domingo, 26 de agosto de 2007

Culiacán, agua, vida, muerte y milagros


CULIACÁN —LA CAPITAL de Sinaloa es verde, húmeda, cálida y encierra más de lo que uno percibe a primera vista. La ciudad propia carece de grandes monumentos arquitectónicos, pero —más importante— posee tres ríos (el Culiacán, el Humaya y el Tamazula), y éstos le dan su carácter especial. Ojalá que los culichis sepan y puedan conservar y aún mejorar el paso de estos ríos por su ciudad. Perderlos, como el Distrito Federal hizo con los suyos, sería una tragedia mayúscula. Con un poco de imaginación y algo de recursos, ambas riberas del Tamazula, por ejemplo, podrían convertirse en un gran parque capaz de atraer miles de personas a pasar el día, pescar, hacer ejercicio, leer…

No sé con qué frecuencia se inundan las calles y pasos a desnivel de Culiacán. Sucedió por lo menos dos veces durante mi estancia, que hoy —domingo— concluye. Por lo menos en dos ocasiones vi con mis propios ojos cómo varios automóviles fueron engullidos por agua pluvial en diversas calles de la ciudad. No soy ingeniero pero supongo que la capacidad del desagüe se calcula sobre promedios, y las trombas que vi la semana pasada seguramente rebasaron, con mucho, el promedio. Eso, sin embargo, no es consuelo para los dueños de los autos.

Tuve el tiempo y la suerte de conocer dos lugares fuera de la capital: Nuevo Altata e Imala. En ambos casos, lo cautivante —más allá de la gente en sí— fue la naturaleza. Uno que vive en la capital de la república, tiende a pensar que el norte es seco, pero el verdor que vi en Sinaloa es fácilmente comparable con el de Morelos o Tabasco. Y pocas veces he visto un atardecer como el marino de Nuevo Altata. La fertilidad de la tierra alrededor de Imala, por otro lado, famosa por sus aguas termales que salen de la tierra a 60 grados centígrados, resulta esplendorosa.


Le comenté a mi virgilia, Lizbeth Pérez, que no había habido ni una sola ejecución durante mi estancia.

—¿Y cómo lo sabes? —me preguntó, con cierto aire de autosuficiencia—. ¿Has leído los periódicos todos los días?

—¡Pero nadie hizo ningún comentario!

—¿Y para qué lo van a andar hablando? Aquí esas cosas son de todos los días.

Pensé en Colombia, en la terrible y criminal insensibilización en que la gente debe sumirse sólo para poder seguir funcionando cuando todo lo demás se está derrumbando o cuando se sostiene únicamente con pinzas. Y luego Lizbeth sacó un periódico cuyo titular rezaba, palabras más o palabras menos: “Ejecutan a estudiante en la Colonia Tal”. Estábamos en el Club Sinaloa, adonde nos habían invitado a comer y para que yo pudiera conocer el piano Bösendorfer que allí tienen “Y que casi nadie toca”, según Lizbeth.


Hasta donde he podido investigar en el internet, se trata de un modelo 290 Imperial, uno de los pianos más finos del mundo, junto con los Steinway de gran cola. Pero como recibe poca atención técnica y musical, su sonido es opaco —tal vez por su desafinación— y su maquinaria produce ruidos que nada tienen que ver con la música: claca-claca-claca. Un buen técnico en el espacio de un par de días podría ponerlo al tiro. El Steinway de media cola en el patio del Museo de Arte de Sinaloa (el “Masín”), donde tuve la fortuna de tocar tres horas todas las mañanas, posee un sonido mucho más rico, y a pesar de que su carrocería muestra algunas cicatrices de batalla (al parecer, lo mueven de aquí para allá), lo prefiero al Bösendorfer 290 Imperial. No deja de parecerme una gran ironía que exista un Bösendorfer de ese calibre en Culiacán, y que nadie lo toque. Es como tener la Mona Lisa encerrada en una bóveda a oscuras.


Ha terminado mi curso, mi semana y mi primer contacto con Sinaloa. Me voy contento por toda la gente y lugares que pude conocer, incluyendo la capilla de Jesús Malverde, pero sobre todo por mis alumnos y quienes organizaron el curso institucionalmente. Hicieron un gran trabajo éstos, y aquéllos mostraron extraordinaria disciplina al tener que digerir 10 semanas de información en el espacio de cinco días. ¡Salud! Y ojalá que no les duela la panza… demasiado.


Pies de foto:

Atardecer en Nuevo Altata
Imala
En la capilla de Jesús Malverde
Piano Bösendorfer en el Club Sinaloa
Tocando el Steinway de media cola en el Masín

1 comentario:

Anónimo dijo...

increiblemente a nuestros fantasticos ingenieros que construyeron nuestro malecon aqui en culiacan, no se les ocurrio poner drenaje pluvial para desalojar el agua de lluvia teniendo a 3 metros el cauce del rio.... es por eso que el malecon se vuelve parte de los 3 rios con que cuenta nuestra ciudad.