miércoles, 8 de agosto de 2007

Buen cine en México

Fotografía de Ingmar Bergman, de

Michelangelo Antonioni, foto de Agence France Press--Getty Images


EL CINE COMERCIAL producido por los grandes estudios, con unas cuantas excepciones, está de capa caída. Sobre todo el norteamericano. Un chasco tras otro. Un churro tras otro. Si la primera Matrix era una película innovadora, imaginativa e inquietante, que exigía la participación intelectual activa del espectador para comprender y gozar la propuesta de sus creadores, la segunda era una indigestión new age insoportable. No me dieron ganas de ver la tercera. ¿Hubo una cuarta…?

Dentro del cine de fantasía ha habido grandes excepciones: El señor de los anillos, en sus tres partes, por ejemplo. Huelga decir que ninguna experiencia cinematográfica podrá jamás estar al nivel de la novela original de Tolkien, pero estas películas son de lo mejor que se ha hecho dentro del género fantástico en el cine: son visualmente bellas, bien actuadas y armadas con excelente fortuna.

Detrás de los escándalos que alimentan el cine hollywoodense, más allá del polvo que levantan las premiers, sin fijarse en los chismes, matrimonios y divorcios posteriores de los actores y directores de renombre, hay otro cine norteamericano del cual apenas tenemos noticia. Lo más chistoso es que los estadunidenses saben menos de él que nosotros. Dos cintas de hace unos años son un buen ejemplo: Ken Park y L.I.E. Ambas son excelentes, inquietantes, propositivas y —desde luego— sumamente polémicas. En esta ocasión no me quejaré de las traducciones de los títulos (“Perversión” y “Frente al abismo”, respectivamente), porque me conformo con que hubieran llegado aquí y que pudimos verlas. En Estados Unidos es reducidísima la cantidad de gente que las ha visto, simplemente porque jamás consiguieron distribución comercial. Fueron censuradas —indirectamente digamos— por quienes deciden qué películas serán exhibidas en qué pantallas: los distribuidores. Consideraban que sus temas—aun más que su contenido visual— eran demasiado fuertes para los pobres norteamericanos, que son muy religiosos e incapaces, por lo menos aparentemente, de tomar decisiones por sí solos.

No tengo estadísticas a la mano y hablo como simple cinéfilo, alguien que acude al cine por lo menos dos veces a la semana, pero me parece que están llegando cada vez menos buenas películas independientes extranjeras, sean de Estados Unidos, Europa o Asia. Mis dos semanas en París fueron suficientes como para darme cuenta de que hay un mar de excelentes filmes extranjeros que simplemente no llegarán a México porque el embudo por el cual tendrían que pasar es en extremo angosto. Nos tienen condenados a tener sólo un par de salas comerciales que exhiben cine independiente, y simplemente no se dan abasto. Esto nos deja los “festivales” donde uno tendría que ir al cine prácticamente todos los días para ver las películas. ¿Quién puede hacer eso? ¿Por qué no podemos dosificar esas cintas?

Yo veo que en el Cine de Arte de la calle de Masaryk (pertenece a Cinemex) hay muy buen público para las películas independientes. Somos muchas las personas que desean algo más sutil que Los piratas del Caribe. El mejor tributo que pudiéramos rendir a los recién desaparecidos Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni no sólo sería ver sus películas de nuevo —o por primera vez— sino insistir en que podamos justipreciar lo que realizan los nuevos directores independientes, aquellos que —ojalá— puedan llegar a ser tan influyentes como estos dos que acaban de fallecer.

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