sábado, 8 de noviembre de 2008

No sólo de tuercas y bolillo vive el hombre

Lêdo Ivo en Pátzcuaro, Michoacán, el 24 de octubre de 2008

¿PARA QUÉ SIRVE un encuentro internacional de poetas? ¿Si se traen a decenas de escritores de Europa, Sud y Centroamérica a leer y convivir con poetas mexicanos, se trata de una buena inversión de los dineros públicos, o es un dispendio vergonzoso e imperdonable cuando hay tanta pobreza y estrecheces económicas? Debo aclarar que soy poeta y que fui invitado al Encuentro de Poetas del Mundo Latino que hace poco se realizó en Morelia y Pátzcuaro, Michoacán. Departí, degusté; leí y escuché poesía hasta que se me trabaron los sentidos. Fui feliz, ¿pero hizo bien el Estado, a través de todas las instituciones que colaboraron tan estupendamente para que el encuentro se llevase a cabo, en subvencionar este Encuentro?

La pregunta no es retórica. Después de todo, no se generaron ventas importantes (más allá de unos cuantos libros viejos de poesía, inconseguibles en librerías), las lecturas no fueron autosustentables, no hubo ganancia y la única producción que hubo durante el Encuentro fueron los textos escritos in situ por esos poetas que no pudieron resistirse a la inspiración ofrecida tan generosamente por esas musas morelianas que no se hacían del rogar. Los economistas y comerciantes saben que para ganar dinero es preciso gastar dinero, pero ¿qué ganó México con el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, o con cualquier otro encuentro de artistas en este país, tan lejos de Dios y tan aficionado a las narco baladas y los reality shows?

Y creo que sólo hay una respuesta: invertir en un encuentro como éste es una de las estrategias más sabias del Estado mexicano. Podría parecer elitista mi razonamiento porque, por lo menos en apariencia, sólo unas cuantas personas aprovecharon la largueza de las instituciones benefactoras —los poetas invitados—, más cuatro o cinco despistados locales que se enteraron de las sesiones de lectura y, encantados, pudieron colarse. Si no asistieron más morelianos a las lecturas, fue porque tenían que trabajar o porque no se enteraron o porque nuestra sociedad no privilegia a la poesía como medio de expresión personal, como sí lo hace con el fútbol o con ese otro deporte que llamamos barra libre, la de las cantinas.

En otras palabras, es cuestión de cultura y educación. Y precisamente por esto la literatura como la música, la danza, el teatro y las artes visuales son tan importantes: el arte es lo que el ser humano crea para conocerse a sí mismo y como especie. Sin el arte, seríamos ciegos y sordos, no tendríamos memoria ni aspiraciones y el mundo sería plano.

¿Pero por qué esto justifica tanto gasto del erario? ¿No bastan y sobran los premios y becas que el Estado ofrece para escritores mediante el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes? ¿No es suficiente la educación que los niños y jóvenes reciben en las escuelas públicas? Aquí hay muchos puntos de vista y no hay dos países iguales. En México, por lo menos, la preparación literaria en las escuelas públicas e incluso en las privadas es precaria en el mejor de los casos. La mayoría de los jóvenes que llegan a la universidad carece de los conceptos literarios más básicos, y muy pocos se jactan de tener, entre sus costumbres, el hábito de la lectura. Y respecto de la primera pregunta, los premios y las becas son para escritores formados, no para formar escritores. A mí me interesa lo segundo.

Sería maravilloso que un joven pudiera asistir a un encuentro y escuchar, por ejemplo, a un poeta como Lêdo Ivo, de Brasil. Sería una inspiración, una revelación, y podría motivarlo para ver su vida y el mundo de otra manera. De hecho, Lêdo Ivo asistió al Encuentro de Poetas del Mundo Latino, ¿pero cuántos jóvenes se enteraron de su presencia? Aquí el problema no es el gasto que hace el Estado sino la falta de difusión para que se aproveche ese gasto: la presencia de más de 60 poetas de todo el mundo en un solo lugar al mismo tiempo.

Escuchar, ver, experimentar el arte de un gran maestro en persona es oro molido para cualquiera con ganas de aprender, para aquellos que titubean entre emprender una vida creativa en las artes porque ésta es su pasión o simplemente obedecer a sus padres que le recomiendan una carrera más tradicional y económicamente segura, como Derecho, Medicina o Contaduría. Pero aunque no asistiera ningún joven en su etapa más fértil de aprendizaje, los encuentros literarios, teatrales, musicales o de danza, pintura o cine cumplen la función de la polinización cruzada: los poetas ya formados también se benefician y crecen con la convivencia con otros poetas formados en otras latitudes y otros idiomas.

Eso sí: es necesario hallar la manera de promover y facilitar el encuentro entre poetas y los aspirantes al arte y oficio de la poesía, amén de las otras expresiones artísticas. Fue una lástima que no hubiera coordinación entre los patrocinadores y las escuelas públicas y privadas. Pudieron haber enviado a sus alumnos más interesados o aventajados en literatura a las diversas sesiones de lectura. Fue un desperdicio imperdonable que reveló la falta de visión que existe en nuestra clase política, a la cual no faltan buenas intenciones pero que no acaba de comprender que los niños y jóvenes de hoy serán los que el día de mañana llevarán las riendas de este país. ¿Y qué clase de guías serán? ¿Los mismos tecnócratas sordos, ciegos e insensibles que sólo escuchan el tintineo de las monedas mientras caen en las arcas de sus partidos políticos? Hacen bien al estimular a los creadores con becas y encuentros, pero les falta completar el ciclo generacional: que los creadores puedan convivir y conversar con aquellos que son lo que alguna vez fueron ellos: gente joven con sueños y unas ganas tremendas de ser creativos.

En muchas ocasiones se puede aprender más en una velada de convivencia poética, que durante un año entero de academia. Aquí el Estado no debe evadir su responsabilidad, ya que brilla por su ausencia nuestra iniciativa privada en cuestiones de patrocinio artístico. El arte no es pasatiempo ni adorno sino la viva expresión del alma de un pueblo. Vivir desalmado es peligroso tanto para la gente como para las naciones. No sólo de tuercas y bolillo vive el hombre.