La realidad no siempre es amable. Y las realidades económicas pueden ser terribles. Tienen nombre las fuerzas económicas que impulsan a millones de mexicanos a emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo y “mejores oportunidades”. Se llaman oferta y demanda. Aquí, en México —sea por desequilibrios históricos, errores políticos o cinismo de parte de nuestros gobernantes—, hay mucha demanda y poca oferta de trabajo. En Estados Unidos, sin embargo, hay mucha oferta pero son pocos los nativos que desean realizarlo. Más todavía: la realidad política de ese país está en contradicción con su realidad económica: el trabajador inmigrante sin papeles (el “ilegal”) corre cada vez más peligro de ser apresado, encarcelado, maltratado, asesinado y, en el mejor de los casos, deportado. El resultado está a la vista: muchas cosechas están pudriéndose o se pudrirán en los próximos meses.
El miércoles 5 de septiembre Julia Preston publicó un artículo en el New York Times (NYT) que me ha dejado girando (“Short on Labor, Farmers in U.S. Shift to Mexico”, pp. 1,22). Para decirlo pronto: algunos agricultores norteamericanos, cansados de esperar a que el Congreso de su país apruebe una ley que normalice las relaciones entre quienes necesitan trabajo y aquellos otros que buscan trabajadores, han decidido venir a México para sembrar, cultivar y cosechar los productos que en Estados Unidos se echarían a perder por falta de los trabajadores que aquí sobran.
¿Qué significa esto? No estoy seguro. Por un lado, la nueva situación podría reactivar el agro en México: los norteamericanos están trayendo tecnología de punta que bien podríamos adaptar y aprovechar. También están aplicando las normas de higiene y calidad que se exigen en Estados Unidos, algo que sería positivo para nosotros si las adoptáramos. Por otro lado, los sueldos que reciben los trabajadores —11 dólares por día trabajado, según la nota en el NYT— son grotescamente más bajos que los recibidos al norte de la frontera: nueve dólares la hora. Los bajos sueldos, en principio, son lo que atrae a los agricultores extranjeros (más la posibilidad de producir y cosechar durante todo el año). Serán bajos en comparación, pero son sueldos, y con la demanda podrían subir. Otra vez imperaría la ley de la oferta y la demanda.
Lo que más me inquieta, sin embargo, sería nuestra condición de maquiladores agrícolas. ¿Esto realmente beneficia a México? En este momento el balance podría inclinarse hacia cualquier lado. Por lo pronto, los norteamericanos están alquilando tierras de siembra en México. Desconozco las condiciones contractuales, pero si somos inteligentes, exigiremos que se comparta su tecnología, y que una porción de las ganancias permanezca en México a fin de construir escuelas, infraestructura básica, centros comunitarios, etcétera. De ninguna manera deberán venderse estas tierras ni a los norteamericanos directamente ni a prestanombres, de manera indirecta. Si este fenómeno salva vidas, evita la desintegración de familias mexicanas y —para cerrar con broche de oro— reactiva y moderniza a nuestro campo, podremos celebrarlo. Pero si permitimos que esta respuesta a la ley de la oferta y la demanda se convierta en una nueva colonización, sería preferible que les marcáramos un alto total. Que se pudran sus cosechas en Estados Unidos o que reconozcan las realidades económicas que ellos mismos han creado.
Vivimos en el mismo mundo globalizado, pero cuando los más ricos organizan todo para que sólo ellos puedan tener acceso a la riqueza, tendrán que cosechar lo que siembran.
3 comentarios:
Querido Sandro:
Todos los artículos me gustan, pero algunos más que otros. Este último es de esos porque me hace soñar con el mundo que me gustaría habitar.¿Es mucho pedir?
Un abrazo, Itziar
Sandro: la vida es dificil para todos en cualquier sitio del mundo, pero para los emigrantes es aun mas dura.
Sin embargo creo que a veces ellos por trabajo dejan todo y se olvidan de los verdaderos valores de la vida: la familia.
Espero leer algun dia un comentario de esto tambien.
Frida, su comentario merece respuesta, y no es fácil. Puedo asegurarle, sin embargo, que la mayoría de los mexicanos que han cruzado la frontera a fin de hallar trabajo, por lo menos aquellos con los cuales he podido conversar, lo han hecho porque sus familias vivían una situación desesperada. Muy pocos lo hacían movidos por la aventura. Y casi todos lamentaban la lejanía, la soledad, la incomprensión. Para muchos era "temporal". Otros lograron traer a sus familiares. Todavía otros no tuvieron tal suerte. Es una cuestión compleja, pero no conocí a nadie que lo hubiera hecho por diversión o a la ligera. Los mexicanos que trabajan, sobreviven y aún medran en EU, son seres realmente excepcionales. De que pagan un precio, lo pagan. Pero ahí está la cosa...
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