martes, 22 de mayo de 2007

Benedicto XVI: el regreso del cinismo histórico

Ahora resulta que “Cristo era el Salvador” que los indígenas americanos “anhelaban silenciosamente”. Por lo menos así lo que afirma el papa Benedicto XVI. Este pensamiento tan poético como absurdo es por lo menos conveniente: borra con un nubarrón de incienso toda responsabilidad eclesiástica de lo que fue probablemente el mayor genocidio de todos los tiempos, iniciado en Cholula el 18 de octubre de 1519 por Hernán Cortés. La lógica es sencilla. “Si yo deseo silenciosamente que alguien venga a mi casa y se lleve mi radio, mi televisor, mi computadora, mi dinero, mis libros, mi perro y hasta mis boletos de metro, no hubo robo sino que me hicieron un favor. Si en eso asesinaron a mis hijos y violaron a mi esposa, sólo sirvió para un bien mayor: cumplir mis silenciosos deseos de que me quitasen todo”. Esta lógica presenta un solo problema: en ninguna parte consta que los indios hubieran deseado ser invadidos, diezmados y robados de sus bienes materiales, sus costumbres, sus idiomas, su cosmovisión, la capacidad de ser dueños de su destino. Es posible que, más adelante, habrían abrazado la fe cristiana si los españoles les hubieran ofrecido la posibilidad de conocerla pacíficamente, mediante una respetuosa convivencia, pero esto —en definitiva— nunca sucedió. Incontables millones de indios murieron bajo la espada, el látigo y por enfermedades importadas desde Europa. ¿Realmente no lo sabe el papa?

Por supuesto que sí. Dicha declaración ha provocado que el jerarca más importante de la Iglesia católica sea visto cómo uno de los mayores cínicos de toda la historia de la humanidad, pero al afirmar lo anterior no pretendo ofender a los creyentes católicos. Eso sí: me preocupa que una vez más la Iglesia busca, mediante un acto de prestidigitación filosófica, eludir su papel histórico en una serie de atrocidades que se iniciaron en la Edad Media con las Cruzadas y que continuaron con la Inquisición y la Conquista. Otro tanto puede afirmarse acerca de su silencio ante la política de exterminio masivo emprendida por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Claro que hubo católicos que se opusieron al nazismo y que por ello perdieron la vida. Y no sólo católicos sino también protestantes y musulmanes y budistas… Todos ellos personas no sólo honradas sino heroicas.

La triste afirmación reciente del papa simplemente huele a podrido. Se parece demasiado a los argumentos que justificaron asesinatos masivos de judíos durante la Edad Media: éstos se condenaron solos por no aceptar a Cristo, su propia Biblia profetizó la llegada de Jesús y ni así lo proclamaron el Mesías, ergo son diabólicos y deben pagar caro su arrogancia, una arrogancia muy parecida a la de los indígenas que trataron de salvar algo de su independencia, su civilización, su dignidad. Para el papa actual, la evangelización como fin justifica los medios más abyectos.

Se decía hacia finales del siglo pasado que el XXI sería “religioso” o no sería, con lo cual se insinuaba que si los humanos no abrazábamos masivamente la religión, habría tamaña hecatombe. Pero hoy en día las voces religiosas que más se escuchan son las más fanáticas e intolerantes, y está muy claro adónde quieren llevarnos, no importa cuál sea su filiación doctrinal. Las personas de verdadera espiritualidad e inteligencia deben hacerse escuchar. Borrar o higienizar los crímenes del pasado sólo allana el camino para nuevos criminales y asesinos. Por ello, habríamos de tomar prestada una consigna de los republicanos españoles frente a quienes emplean la mentira sistemáticamente para justificarse y preparar nuevos asaltos a la dignidad humana: ¡No pasarán!

1 comentario:

Templario Azteca dijo...

Cosas Veredes Mio Cid.
El papa benedicto 16 debía contratar arqueólogos que hicieran excavaciones bajo los templos franciscanos en México para que disfrutaramos más las ruinas arqueológicas.
Saludos!