sábado, 5 de mayo de 2007

Caja de resonancia

Kurt Vonnegut (1922-2007) / I

Sandro Cohen

Leer un libro cuando uno tiene menos de 20 años le da a esa obra una potencia incalculable: la fuerza que se deriva de experimentar las cosas por primera vez. Para muchos de mi generación, nacidos en los 50, esto sucedió con los libros de Hermann Hesse, los de J.R.R. Tolkein, los William Styron o con los de Kurt Vonnegut, autor de Welcome to the Monkey House; Slaughterhouse Five; The Sirens of Titan; God Bless You, Mr. Rosewater, y Cat’s Cradle.

Leí ávidamente los cuentos y novelas de Vonnegut durante mis últimos dos años de preparatoria. Tal vez seguí leyéndolo el primer año de universidad… Me es difícil estar absolutamente seguro. Pero no volví a abrir un libro suyo hasta que encontré Bluebeard (publicado en 1987) en los estantes de la biblioteca Franklin en la calle de Londres. Y luego, nada, hasta la semana pasada cuando Kurt Vonnegut murió, el día 11 de este mes.

Confieso que esperé unos días antes de zambullirme en un par de sus libros. Temí que fueran a gustarme menos, que me desencantaría con uno de los autores que más me habían marcado en mis años de más tierna lectura. Empecé con los 25 cuentos de Welcome to the Monkey House (“Bienvenidos a la casa de monos”). Tardé con ellos dos días, y habría preferido que en lugar de 25, hubieran sido 50 ó 60… De inmediato seguí con Slaughterhouse Five (“Matadero Cinco”). Puede ser precisamente porque han pasado tantos años, como 35, pero creo que estos libros me afectaron más ahora que en aquel entonces cuando estaban nuevecitos.

La crítica más fácil y superficial de los cuentos hablaría de lo fechados que están. “Son tan cincuentas y sesentas”. Exactamente. Lo que me impresionó, entre otras cosas, fue cómo Vonnegut, hace más 40 y 50 años, ya había visto claramente cómo sería la evolución política y social de Estados Unidos. Escribió cuentos como si hubiera tenido una bola de cristal en que veía los centros comerciales como imanes que atraerían a masas consumistas autómatas, los gobernantes actuales de Estados Unidos que declararían una guerra innecesaria con el sólo fin de enriquecerse y perpetuarse en el poder, el hambre de evasión y euforia artificial que causaría estragos en México y gran parte de América Latina.

Vonnegut no hizo predicciones ni empleó la ciencia ficción para pintar sociedades del futuro sino que localizó las debilidades —también las fuerzas— de su país y escribió cuentos, relatos y en ocasiones parábolas para explorar narrativamente sus posibilidades, los lugares adonde, metafóricamente, tendrían que llegar. Y esas metáforas literarias se parecen mucho al actual Estados Unidos.

Me sorprendió el registro de los cuentos. Hay desde breves relatos amorosos hasta la llamada ciencia ficción social en todo su esplendor. El lenguaje, sobrio, nunca es sobrecalentado. Conmueve paulatina, acumulativamente. Los finales, en ocasiones, son abiertos o hasta arbitrarios, pero en ocasiones poseen la contundencia de una mediana explosión. Los cuentos jamás son pretenciosos ni sermonean. Son demasiado autocríticos, como su autor…



Caja de resonancia

Kurt Vonnegut (1922-2007) / II

Sandro Cohen

De las tres colecciones de cuentos que Kurt Vonnegut publicó en vida, la más conocida es Welcome to the Monkey House (“Bienvenidos a la casa de monos”). Se trata de un libro curioso porque los 25 relatos que incluye no comparten ni estilo ni temática. El autor puede emplear lo mismo un realismo local —como en “Who Am I This Time?”, “Long Walk to Forever”, “The Foster Portfolio”, “Miss Temptation”, “More Stately Mansions”, “The Hyannis Port Story”, “The Lie”, “Go Back to Your Precious Wife and Son”, “Deer in the Works” y “The Kid Nobody Could Handle”—, como giros fantásticos o de ciencia ficción como en “Harrison Bergeron”, “Welcome to the Monkey House”, “Report on the Barnhouse Effect”, “The Euphio Question” y “Unready to Wear”.

Pero también tiene registros medios donde los aspectos fantásticos o de ciencia ficción son meramente incidentales, necesarios sólo para contar la historia. Incluso, en casos como éstos, el elemento fantástico podría ser imaginario: un engaño, o autoengaño, de uno de los personajes, como en “Tom Edison’s Shaggy Dog” (este recurso es fundamental en la novela Slaugherhouse Five (SF), que veremos en el tercero y último de esta serie de homenaje a Vonnegut).

En el cuento mencionado, el protagonista se harta de que otro hombre —parlanchín en extremo y con un perro casi tan molesto como su dueño— insista en conversar con él en el parque cuando el protagonista sólo desea leer. Para quitárselo de encima, el agraviado inventa una historia acerca del perro del inventor Thomas Alva Edison, el cual sabía hablar perfectamente. No sólo eso: le daba sus ideas al inventor, quien se las apropiaba. Como el parlanchín es entre menso e idiota, se lo cree todo y sólo medio intuye que el otro lo ha insultado con elegancia, y así el lector agraviado logra liberarse.

Con el beneficio de las más de cuatro décadas que han pasado desde que estos cuentos aparecieron por primera vez en diversas revistas de Estados Unidos, ahora parece claro que el mejor Vonnegut no era el escritor de ciencia ficción sino el crítico social satírico, dispuesto a emplear cualquier mecanismo narrativo para poner en evidencia aquello que deseaba diseccionar y exhibir. Y sus momentos más poderosos suelen darse en ausencia de naves espaciales, computadoras inteligentes y sensibles, u otros artefactos del arsenal típico del género. Los cuentos “Who Am I This Time”, “Miss Temptation”, “More Stately Mansions”, “D.P.”, “The Lie”, “Adam” y otros lo confirman. Pero el Vonnegut clásico es aquel que mezcla o dobla las fronteras que pretenden separar los subgéneros narrativos. Aquí los cuentos más representativos son “Report on the Barnhouse Effect” y “The Euphio Question”. Ambos alcanzan la calidad de SF, y cada uno a su manera es un elocuente “yo acuso”.

Vonnegut nunca fue un gran estilista, y por eso su escritura se traduce sin mayores problemas. Fue un hombre de ideas que sabía narrarlas, a diferencia de uno de sus personajes, el escritor de ciencia ficción Kilgore Trout, que según un personaje de SF, tenía muy buenas ideas… ¡Si tan sólo hubiera sabido escribir!



Caja de resonancia

Kurt Vonnegut (1922-2007) / III y último


Sandro Cohen


Kurt Vonnegut escribió más de una docena de novelas, pero la que se ha quedado atorada en el inconsciente colectivo es Slaughterhouse Five, traducido como “Matadero Cinco” (SF). Aparecido originalmente en 1969, el libro está inserto en el desmadre general que era la guerra fría entre Estados Unidos, la Unión Soviética y sendos satélites. La caliente de Vietnam estaba en su apogeo.

La historia es sencilla, pero Vonnegut eligió una estructura complejísima para contarla. Tenía sus razones. Se trata, en esencia, de la historia de Billy Pilgrim, un soldado norteamericano atrapado y capturado tras las líneas alemanas hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. No es un joven brillante ni simpático. Es un bobo de buen corazón, pero sobre todo el vehículo que el autor emplea para meter al lector en medio del infierno que son las guerras en general, la Segunda Guerra en específico, y el bombardeo incendiario de Dresde, Alemania, de parte de las fuerzas aliadas, donde murieron 135 mil personas, más que en Hiroshima tras el estallido de la bomba atómica.

Pero ésta es sólo una de las aristas de la historia. El primer capítulo, en primera persona, cuenta las dificultades que ha encontrado un veterano del bombardeo de Dresde, un prisionero de guerra —que puede ser Vonnegut mismo—, para escribir un libro sobre sus experiencias bélicas. El resto de la novela es ese libro, escrito en una engañosa tercera persona, porque técnicamente la narra una primera persona hablándole a otra en segunda. Empieza el segundo capítulo: “Escucha: // Billy Pilgrim se ha despegado en el tiempo”. Ese imperativo, Escucha, lo dice alguien, nunca sabemos quién, a alguien más… ¿Nosotros? Vuelve esta primera persona esporádicamente para que no la olvidemos.

Y Vonnegut no se detiene con esta complicación. Mediante los constantes viajes en el tiempo que hace Pilgrim, despegado en el tiempo, aparentemente sin ton ni son, se nos narra la vida del protagonista antes y después de la guerra, sobre todo a partir de cuando fue secuestrado… por extraterrestres del planeta Tralfalmadore, quienes lo metieron en un zoológico, terrícolamente correcto, junto con la actriz de cine, Montana Wildhack —también secuestrada—, para que entretengan a los tralfalmadorianos con sus copulaciones y demás extrañas costumbres. (Tienen un bebé en ese planeta). Al parecer, Billy Pilgrim sólo se siente a gusto en Tralfalmadore, y Montana es infinitamente más atractiva que su esposa…

Así, Kurt Vonnegut construye una especie de calidoscopio narrativo —seco, duro, realista— que va desde la Segunda Guerra hasta la de Vietnam, donde los villanos siempre están lejos del combate, y donde las víctimas suelen terminar con una bala entre los ojos (“So it goes” es el estribillo del libro —“Así sucede” o “Ni hablar”—, el cual aparece cada que alguien muere, que es a cada rato). Pero todo está atemperado con la existencia bufonesca aunque inofensiva de Billy Pilgrim, el pararrayos de todo, quien huye —en su cabeza, suponemos— a Tralfalmadore, desde donde la humanidad parece tener un poquito más de sentido. Pero no mucho.


Publicadas en el suplemento Laberinto del periódico Milenio Diario

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