martes, 8 de mayo de 2007

La tranquilidad de una cirugía exitosa

Como escribí a la víspera de la operación de mi hija Leonora, hace dos días ("Cuando operan a un hijo"), uno se angustia mucho más cuando la vida de un vástago se pone en manos de los médicos, que cuando es uno mismo quien deberá someterse al bisturí. Pero anoche salió de su operación muy bien. Le dolió muchísimo al despertar tras los efectos de la anestestia, pero pudo dormir durante la noche y hoy tomó sus primeros pasos.

Hay que entender que le intervinieron la columna porque tenía un disco no sólo herniado sino totalmente destrozado. Los médicos no se explican cómo podía seguir caminando en las condiciones en que estaba. Habla mucho de su fuerza y condición física, pues como estudiante de actuación del Centro Universitario de Teatro (CUT) de la UNAM, no sólo le mete al Stanislavski y al Darío Fo sino también a la acrobacia tipo Cirque du Soleil. Asimismo, ha de tener un umbral de dolor muy alto. Aguanta mucho. Con suerte, mañana volverá a casa a empezar su proceso de rehabilitación, que tardará --lo más seguro-- unos meses, después de los cuales estará al ciento por ciento. Ya descansé. Ella también. Todos.

Si los cirujanos que la operaron fuesen poetas o músicos, diría que merecen un gran aplauso, pues además de ser profesionales
de primerísimo nivel, absolutamente dedicados, tienen que aguantar a los papás de los enfermos, y eso no es poca cosa.

No hay comentarios.: