viernes, 30 de noviembre de 2007

Los grandes que se asoman a nuestro espejo



















Imagen de Ludwig van Beethoven: Wikipedia

Voy a aventar unos nombres al aire: David, Homero, Sófocles, Dante, Cervantes, Shakespeare, Lope-Quevedo-Góngora, Miguel Ángel-Da Vinci-Rafael, Bach, Mozart, Chopin, Mahler, Picasso…

Lo que acabo de hacer es un ejercicio que partió de una reflexión sencilla acerca de lo que hizo Beethoven con la forma de la sonata. Los compositores ya tenían tiempo explorando sus posibilidades, y entre los más recientes se contaban Haydn y Mozart. Pero algo hizo Beethoven que pudrió la forma para los que vendrían después. Se metió tan a fondo en ella, la tomó tan en serio y la hizo tan suya, que dejó muy poco espacio para que otros se recrearan a gusto en ella. No quiere decir que después de este alemán nadie volvió a componer sonatas sino que todas las posteriores se verían a la luz de Beethoven. Cada vez que se veían al espejo, ahí estaba “el genio de Bonn”, asomándose nomás…

Para no permanecer en su sombra, los compositores hicieron algo sano y positivo para la música: exploraron formas nuevas y revitalizaron algunas viejas. Así tenemos los Nocturnos y los Preludios de Chopin; éstos últimos son un claro homenaje a Bach. Después de Beethoven, los músicos se liberaron de muchas ataduras, tal vez inspirados en Beethoven mismo, quien rompió cuanta regla quiso.

El ejercicio del primer párrafo consistía en nombrar creadores que con su arte hicieron algo parecido a lo que el compositor alemán hizo con el suyo. No se trataba de pensarlo mucho. ¿Quién se apoderó de una expresión de tal manera que la hizo suya para siempre? David lo hizo con el salmo; Homero, con la poesía épica; Sófocles, con el teatro; Dante, con la poesía alegórica en terza rima; Cervantes se apoderó de la novela de caballerías, la transformó y la mató; Shakespeare hizo que el teatro vernáculo trascendiera; el trío español sacudió la poesía de tal manera que en ellos pensamos al decir Siglo de Oro; de manera parecida, los tres pintores renacentistas mencionados redefinieron las artes visuales, y parecidamente con los demás…

Todos ellos arrojaron sombras muy largas. Opacaron a algunos, alimentaron a muchos más. El mundo es mejor gracias a ellos. Somos quienes somos gracias a ellos. Si abusaron de su talento —acaparando y apoderándose de formas, modos, estilos—, lo que nos queda a nosotros es gozarlos, tratar de entenderlos, ver el mundo con sus ojos, su oído, su tacto. Y seremos, mientras estemos dentro de su arte, como ellos.

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