martes, 6 de noviembre de 2007

Paradojas cubanas

Echando relajo a lo cubano mientras se espera entrar a la heladería Coppelia, uno de los grandes atractivos para los niños en la parte "nueva" de La Habana

Hay pueblos frívolos, desmadrosos, fiesteros. En este renglón Brasil, Cuba y México no cantan mal sus respectivas rancheras. Pero nunca había sentido, en ninguno de los países que he tenido la fortuna de visitar, la alegría —pura y llana— que emana de los cubanos. No sé a qué se deba. Más bien parece inexplicable: casi nadie tiene dinero en el banco, escasos son sus bienes terrenales, carecen de casi todo y aun así se muestran capaces de bailar en la calle a la menor provocación. Cantan, ríen, se gritan, se abrazan a las primeras de cambio. Al principio, cuando me tocaban el brazo a la hora de conversar —en la calle, en una tienda, en una casa—, me sentí ligeramente invadido, hasta que me di cuenta de que así son los cubanos: su cuerpo es una extensión natural de su habla, de su espíritu. Cuando conversan, lo hacen no sólo con las manos al aire —como los italianos y los argentinos— sino también en la persona de su interlocutor. Nada tiene que ver con la sexualidad aunque sí con la sensualidad, en la aceptación más amplia de la palabra. Los cubanos son seres extremadamente sensuales, y esto se nota en todo lo que hacen, desde caminar y bailar hasta… No continúo la serie por falta de espacio.

Esta sensualidad tan franca, libre y gratificante se nota primero en la sonrisa. Cualquier temor que uno pudiera tener al llegar a Cuba —después de todo, para mí se trataba de un lugar nuevo—, desaparece de inmediato. Mi primer contacto humano con la isla fue en el cubículo de inmigración, donde revisaron seriamente mis papeles. Tuve que retirar anteojos, recoger mi cabello… Me sentí interrogado. Pero cuando la oficial de inmigración me sonrió, fue como si hubiera salido el sol. En México los agentes de inmigración rara vez sonríen, y si lo hacen, suele ser por otros motivos.

Pronto supe que casi todo el mundo sonríe sólo por el gusto de conversar, porque uno ha ido a conocer su país y a su gente, porque le cae bien la vida y la goza, a pesar de todas las estrecheces, de los infortunios que la economía, la política y el clima deparan. Y si bien hay muchas personas que incesantemente piden regalos, o que se ofrecen como guías, pocas veces he visto tanta generosidad. Dan de sí, de lo poco que tienen, sin pedir nada a cambio. Tal vez sea cierto que su economía no funciona —ni funcionará en el corto plazo por lo menos— pero fuera del capitalismo salvaje y el consumismo atroz que padecemos nosotros, han podido conservar la belleza de su humanidad.


¿Dudas...?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No será que el gusto por la vida, la alegría que irradian los cubanos son porque no están pensando en acumular cosas?

El sistema económico en el que viven puede que no funcione, pero qué bien les funciona a los cubanos.

¿El hombre es para el sábado o es el sábado para el hombre?

Anónimo dijo...

ciertamente, es increible la alegria por la vida q ya muchos quisieramos, aun con todo el dinero del mundo!!!

joseph dijo...

Me ha agradado mucho este blog, lo frecuentaré, pero más me han agradado las fotos de su departamento en la calle de Regina, ya se ve que es un oasis en la ciudad, ehorabuena.
Sin duda todavía tenemos mucho que envidiarle al pueblo cubano.