domingo, 28 de octubre de 2007

Leer menos es cosa del mercado, y la lectura sí nos hace mejores


Es triste lugar común que en México no se lee. No es noticia ni pienso desperdiciar este espacio comentándolo. Lo que para muchos sí es noticia es el hecho de que el problema también preocupa en Estados Unidos. En junio de 2004 apareció el reporte Reading At Risk, que recoge los resultados de una exhaustiva investigación llevada a cabo por la National Endowment for the Arts, el FONCA del país vecino. No hay indicios de que la situación haya mejorado desde entonces. (Si usted desea bajarlo del internet y consultarlo, pique la siguiente dirección: http://www.nea.gov/pub/ReadingAtRisk.pdf). Y no es para echar las campanas al vuelo. Todavía más: los educadores —y todas las personas que observan de qué manera los ciudadanos se integran a la sociedad— están asustados, pues en los últimos 20 años, en términos generales, ha bajado el índice de lectura más de 10 por ciento en Estados Unidos. Y la lectura literaria ha bajado aun más, casi el 15 por ciento.

Uno podría preguntarse “¿A mí qué me importa lo que sucede en Estados Unidos?”. Buena pregunta. Respuesta: “Mucho”. Las tendencias de lectura en ese país reflejan, más que nada, el sistema de comercialización que existe allí, que es el mismo que tenemos nosotros: cadenas de librerías que buscan ofrecer más ejemplares de menos títulos, best sellers y novedades con una brevísima vida de estante. En Estados Unidos cada adulto lee, en promedio, seis libros al año. Esto incluye toda clase de libros. Los literarios son muchos menos. Podríamos decir que Estados Unidos está en jauja en comparación con México, donde en promedio se lee menos de un libro anualmente. ¿Entonces por qué se preocupan? Y otra vez, ¿a nosotros qué nos importa?

Ellos están preocupados porque —según se refleja claramente en el reporte— los hábitos de lectura no sólo afectan quienes escriben, publican y venden libros, sino a toda la sociedad. El 43 por ciento de los lectores también hace trabajo voluntario, a diferencia de los no lectores: de entre ellos sólo el 17 por ciento lo hace. De entre los lectores, el 44 por ciento visita museos, el 49 por ciento asiste al teatro y conciertos, y el 45 por ciento a justas deportivas, en comparación con el 12, el 17 y el 27 por ciento respectivamente para los no lectores.

Resulta difícil negar que la lectura, lejos de crear personas antisociales, abre mentes y apetitos. Crea personas políticas, preocupadas por su sociedad y desean comprender y mejorarla. Si las tendencias mexicanas son aun peores, ¿qué nos espera?

2 comentarios:

mariana dijo...

¿Qué hacemos en UAM al respecto? Tengo por costumbre comentar con los estudiantes algunas lecturas mías que creo pueden serlos de valor. (por cierto les recomendé tu blog, especialmente el dedicado al difícil arte de pensar, toman nota, pero ¿lo leerán? Y dime, Sandro, l@s profesor@s leen, van a museos,al teatro, etc.? Les regalo revistas y en casos libros. Será tarde?

Sandro Cohen dijo...

¡Nunca es demasiado tarde! A veces cuesta más trabajo con los alumnos porque en ocasiones ya están enviciados y les sale sarpullido cuando oyen la palabra "leer". Por otro lado, no son tontos y si se les enseña a leer, a descubrir las maravillas que puede encerrar un libro, ya pasan al otro lado: son conversos. Hay muchas maneras de leer, y muchos también son los motivos. No toda lectura es "por información". Por eso no entienden la poesía. Hasta los cuentos les fallan. Algunos no comprenden que las novelas son una ficción, o creen que la ficción no tiene nada que decir acerca de la realidad. Mariana, hay que empezar de cero. Pero eso tiene sus ventajas. Lo bueno es que los alumnos universitarios (y de prepa) avanzan muy rápido. Luego no nos damos abasto para que sigan leyendo. Se convierten en devoradores de libros. Los que no, pues, se quedan atrás, tras, tras...