domingo, 21 de octubre de 2007

Félix Mendelssohn desafía a la palabra escrita

Felix Mendelssohn (1809-1847)


En una carta a Marc-André Souchay, fechada el 15 de octubre de 1842 en Berlín, el compositor Félix Mendelssohn toca una de las fibras más sensibles de la discusión estética en torno a la expresividad de la música frente a la de la literatura. El compositor reflexiona: “Se lamenta con frecuencia que la música sea demasiado ambigua, que lo escuchado no sea claro cuando todo el mundo comprende la lengua hablada. En mi opinión, sucede justo lo contrario, no sólo por la totalidad de un discurso sino por las palabras aisladas. Éstas sí me parecen ambiguas, vagas o sumamente susceptibles de ser malinterpretadas. Ahora bien, la música, más auténtica, colma el espíritu de miles de cosas superiores a las palabras. Las ideas expresadas por la música que amo no son demasiado vagas para ser traducidas a palabras. Al contrario: son muy precisas”. (Traduzco del artículo « Le Chant de L’Âme Romantique : Les ‘Romances sans paroles’ de Mendelssohn’ », por Jean-Pierre Bartoli, incluido en un disco Phillips, número 438 709-2).

Creo que si Beethoven, Brahms, Chopin, Debussy, Mahler o Mozart —ponga usted aquí el nombre de su compositor favorito— hubieran elegido la palabra escrita para expresarse, lo más seguro es que serían célebres desconocidos el día de hoy. Y, en el mismo sentido, si Cervantes, Flaubert, García Márquez, Proust, Shakespeare o Stendahl se hubieran dedicado a escribir música, lo más seguro es que cabrían en la misma categoría. Con esta reflexión declaro la discusión fútil: son lenguajes lejanamente emparentados, aunque ambos, cuando bien empleados, nos resultan en extremo expresivos a todos.

Y aun así la polémica resulta fascinante, pues queda la pregunta de cuáles son los mecanismos que emplea la música para ser tan conmovedora y potente, capaz de meterse hasta dentro del alma, como pueden hacerlo sólo algunos poemas, cuentos o tal vez pasajes de novelas. Y al mismo tiempo, tenemos que admitir que —en efecto— el contenido ideológico de la música es casi nula y puede ser manipulado al gusto del comentarista: véanse las eternas polémicas desatadas por la música de Shostakovich vis à vis el estalinismo.

Solución: aprender a escuchar la mejor música y leer poesía en voz alta. Y si no queda usted contento, puede aprender a pintar…, aunque sean paredes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Sandro:
En efecto, no tiene caso entrar en polèmica. Los dos lenguajes nos permiten experimentar emociones intensas, el chiste es darse la oportunidad de disfrutar o sufrir ambos, aunque no necesariamente tiene que ser la mùsica clàsica, la popular tambièn tiene lo suyo. Todo depende del estado de ànimo y la circunstancia. Yo puedo pasar de Beethoven, que es mi mùsico clàsico favorito, a Josè Alfredo Jimènez sin ningùn prejucio. Saludos, Tere.

Anónimo dijo...

Felicidades por tus primeros diez mil, Sandro. Que vengan millones más.

Recibe un abrazo de Toño Malpica, feliz lector tuyo de a ratos.

Y sí. Tengo pendiente una visita al "Santro" a ponerle las manotas encima al negro dientón. Otro abrazo.

Sandro Cohen dijo...

María Teresa, de acuerdo: ¡Es tan difícil separar la buena música en categorías de "popular" y "culta"! Y, además, es inútil. Hay buena música y hay mala música. También la hay mediocre, y mucha. Si la música es buena, ¿qué importa si es "popular" o "culta"? Hay que entrenar el oído y la sensibilidad, igual que cuando uno lee. Muchas gracias.

Toño: ¡Bienvenido! Sabes que el negro dientón siempre está a la orden. Le encanta ser manoseado por pelados como nosotros. Invitación abierta a todos los pianistas...