jueves, 7 de junio de 2007

Cultura: ¿Inversión a largo plazo, o desesperación generalizada?

Vicente Quirarte, uno de aquellos que se foguearon en ediciones y revistas independientes "marginales"

Foto para su libro Zarabanda con perros amarillos, en la coleccion As de Oros de Editorial Colibrí







LA primera víctima del nuevo capitalismo salvaje en México ha sido la confianza que tenemos en nosotros mismos. Pero tal vez deba emplear la palabra fe: no creemos en lo que hacemos, pensamos que no tenemos importancia, que lo valioso está en otra parte. El resultado ha sido una larga erosión —más bien, implosión— de productividad en todos los frentes, desde el industrial hasta el artístico. Esto, a su vez, confirma las sospechas de nuestra poca valía y mina cualquier esfuerzo para revertir la tendencia.

En los años 70 y 80, en cambio, hubo una explosión de creatividad en México. Pululaban las revistas literarias y editoriales independientes. Las universidades eran luz para los jóvenes, pues publicaban series importantes de poesía, cuento, teatro y ensayo que se vendían en todas las librerías, y había muchísimas. Las galerías vivían su auge y los pintores mexicanos exponían aquí, acá y acullá como Pedro por su casa… Hubo festivales de Música Nueva adonde venían compositores y ejecutantes de todo el mundo a convivir con los nuestros y discutir los nuevos rumbos de la composición. Sin mencionar los festivales de teatro, aquellos cervantinos cuando no sólo eran pretextos para alcoholizarse…

Llegué a pensar que se trataba de un autoengaño, que siempre pensamos que “todo tiempo pasado fue mejor”. Pero las evidencias son incontrovertibles: no pasamos de cinco suplementos culturales semanarios (unos más raquíticos que otros) cuando en los 80 había legión… Y en ellos casi no hay reseñas de libros, y de las reseñas que sí se publican, la mayoría son de libros españoles. aún más grave está la situación en música, teatro y artes visuales. Ya no existen editoriales marginales como aquellas donde se daban a conocer operas primas de los jóvenes escritores de entonces, como Alberto Blanco, David Huerta, Francisco Hinojosa, Federico Campbell, Daniel Sada, Francisco Hernández, Coral Bracho, Blanca Luz Pulido, Marcelo Uribe, Marco Antonio Campos, Francisco Hernández, Juan Villoro, Vicente Quirarte y un larguísimo etcétera.

Todo se está reduciendo a una fórmula peligrosísima: si no deja dinero de inmediato, carece de valor. Pero la importancia de la cultura de un país —y hablo en el sentido amplio— no sólo se refleja en plata rápida y fácil. Es el subsuelo anímico de la nación. Si no se cultiva, no hay cosecha 20 años después. Los jóvenes actuales, ¿con qué se están nutriendo?

2 comentarios:

Bernardo Ruiz dijo...

Máster:

Los chicos de hoy son la generación más light de la historia. Rubens era un criminal por inmortalizar la obesidad.
Vivimos rodeados de Miss paísX anoréxicas. Y los chavos viven de las imágenes del Xbox y de retos interactivos virtuales. El mundo real está lejos.
Como no tiene esperanza laboral, no tienen de qué preocuparse. Desde los 18 ya son esclavos de por vida.

Un abrazo optimista de B.

Anónimo dijo...

A finales de los sesentas y mediados de los setentas la música era un instrumento de rebeldía y protesta. Se denunciaban los crímenes de la guerra fría, las injusticias sociales y los absurdos del capitalismo y del "socialismo". Ahora la música se emplea como un medio para mantener subyugada a una juventud vacía y consumista que se ha olvidado de la individualidad. Mi generación ejemplifica muy bien lo que Marcuse llamaba "esclavos felices".