martes, 31 de julio de 2007

Quejas artístico-laborales


HA SURGIDO UN PROBLEMA serio entre las musas y los creadores. En los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX esta complicación no existía, o de ella se hablaba poco. Algo empezó a escucharse hacia fines del siglo pasado, pero en el XXI ya es epidemia. las musas están molestas, y con justa razón: mientras más viejos se hacen los poetas, pintores y músicos, menos se reconocen las musas en lo que aquéllos crean. Es más: intuyen que han sido reemplazadas por otras, no oficialmente reconocidas como tales, en un acto de franco esquirolaje musístico. O peor para todos: que de plano se está prescindiendo del servicio de las inspiradoras, lo cual se detecta fácilmente en el alto grado de aburrimiento causado por obras carentes de musa. E importa poco si la musa es hombre o mujer…

Tras meditarlo y comparar apuntes con otros observadores del fenómeno artístico, he llegado a la conclusión de que este conflicto es producto del envejecimiento general de la población. Antes los artistas solían morir jóvenes, en plenitud de sus facultades creativas. Si llegaban alguna vez a poseer a sus musas —sueño casi imposible—, o éstas morían tuberculosas o fenecían ellos en alguna batalla contra los turcos, o de tifoidea o sífilis en las selvas tropicales de Polinesia o América Central. La musa, por definición, era prácticamente inalcanzable, y en la palabra prácticamente estaba el desafío. Para decirlo de otro modo, si Dante hubiera tenido a su Beatriz, nosotros probablemente no tendríamos a Dante. ¿Quién se atrevería a casarse con su musa? Casi nadie. ¿No era el matrimonio —ese sinónimo de estabilidad— receta casi infalible para que la musa dejara de serlo?

Ahora los poetas llegan fácilmente a los 40, 50 años. Con un poquito más de esfuerzo llegan a los 60 y 70. Muchos llegan a los 80, 90 e incluso 100 años. Las musas también. La cuestión está en qué artista sigue a la misma musa después de 20, 40 ó 60 años? Y agrego otra pregunta: ¿No se cansarán las musas de andar inspirando siempre a los mismos poetas y pintores, los mismos novelistas y músicos? Tal vez, en el fondo, la queja de las musas actuales sea una cortina de humo: buscan la libertad creativa. Si antes el ciclo creativo se cerraba con la vida corta de cada quien, ahora resulta necesario abrir nuevos ciclos creativos dentro del prolongado ciclo vital que nos ha dado la medicina moderna. Ahora, no sólo los creadores deben ser agentes libres. Las musas también. Habría que revisar ese contrato colectivo…

3 comentarios:

Unknown dijo...

Sandro: quizá habría que empezar a formar escuadrones de musas becarias, a ver si se reencuentran con los portadores de la burocratizada conciencia artística de nuestro ínclito país. Quién sabe, de entre los muertos puede surgir algún resucitado. Saludos desde las selvas inhóspitas del trópico, aunque en Mérida estén disfrazadas de ciudad. Adrián.

Adrián

Yoatecutli dijo...

Que tal, Sanx:

Esto de las musas es un verdadero problema a nivel ecológico- poético. El asunto es tan grave que probablemente tengan que ser declaradas como especie protegida y encerradas en algún santuario en donde los poetas, de todas las edades, las puedan visitar para inspirarse... (Así como las mariposas monarca).
Puede ser también que estén migrando hacia otros horizontes, pues es sabido que les gustan los territorios libres, y el mundo se esta volviendo, cada vez más, una inmensa prisión.Con tantos Bushes, Calderones, Sarkosys y demás fauna nociva para ellas, pronto las hallaremos habitando algún criadero de pingüinos en la Antártida.
En ese sentido, la noche es de los pocas terras francas que nos quedan. Las musillas que de vez en cuando me encuentro son fotosensíbles, así que, cuando me las topo, por lo general están girando alrededor de un tubo, sudorosas y bellas, al ritmo de alguna canción de Shakira...

En fin. Hay que saber encontrarlas.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola, mi querido Sandro Cohen:

En algún lugar de la escritura de la historia, Schiller, nos dice: "Lo que vivirá inmortalmente en el poema debe hundirse en esta vida". Creo que si la musa, -la verdadera musa-, está en el despliegue de una ausencia, no sólo es por su inutilidad ante la inspiración o por su decadencia frente al deseo, no. Es la intuición de un nuevo y delicioso gemido en donde la poética ya no es, precisamente, una visible puesta en acto de éste, nuestro querido lado del muro. La musa y el poeta, ahora, hacen acto desde nuevas posiciones de inspiración.

Un abrazo,

Ricardo Sánchez