miércoles, 4 de julio de 2007

París nunca es lo mismo sino casi todo



EN UNA BANCA SENCILLA, instalada sobre el Pont d'Arcole, a 100 metros de Notre Dame, que está a mi derecha mirando hacia el oriente, he tenido que sentarme, no por cansancio sino por la repentina sensación de plenitud y exaltación que ha producido una inesperada conjugación de estímulos. Ha sobrevenido el llanto. Imposible contenerlo ni resistir tanta belleza, tanta humanidad traducida magistralmente en imágenes, sonidos, aromas e incluso en la textura de la brisa que sopla desde la ribera derecha y que lo envuelve todo.

La vista es fundamental: la combinación de edificios y calles, puentes y túneles… Durante siglos los habitantes de París han ido puliendo esta ciudad para que sea fuente de goce y alegría, para ellos y para quienes vienen de todo el mundo. La conservan, la atesoran, la adoran. De ella están orgullosos, y esto se refleja en su manera de vivirla, caminarla e incluso de beberla en los bistrots y cafés al aire libre. París es una ciudad segura de sí misma que exige respeto y que lo impone. El resultado está a la vista y palpable. Aquí todo puede suceder pero nada es accidental. Muchos siglos han preparado el camino del aparente azar cotidiano. Nada ocurre por primera vez, y al mismo tiempo todo es nuevo, una reinvención de una humanidad cambiante.

El Sena es la zona cero, la esencia misma de París, con Notre Dame al centro, sobre una isla, l’Île de la Cité. El río define la geografía: corre de sur a norte. Lo que se halla a la izquierda es rive gauche; a la derecha, rive droite. Las primeras construcciones posgálicas se hicieron alrededor de este centro, en primer lugar le Quartier Latin, el barrio latino, que nada tiene que ver con la inmigración de México, Centro y Sudamérica, sino con los antiguos pobladores romanos, de habla latina, que se establecieron en estas tierras hace unos mil setecientos años, en lo que ellos llamaban Lutetia, “Lutèce” en francés moderno.

Aún se conservan sus baños, Les Thermes de Cluny, amén de su gusto por la vida, lo que actualmente conocemos como joie de vivre (alegría de vivir), y también como savoir vivre (saber vivir), y no apenas savoir faire (saber hacer), que es donde permanece estacionada la mayoría de las culturas que idolatran lo utilitario al menospreciar aquello que nos enriquece humana y espiritualmente sin que para ello sea necesario un intercambio comercial. Además, a partir del siglo XIII el barrio se convirtió en uno de los centros estudiantiles más importantes de Europa —área de confluencia internacional donde se hablaba el latín como lengua franca—, el cual sigue siendo un lugar tradicional de concentración académica y de bohemia estudiantil.

París ha pasado por muchas etapas y se ha reinventado innumerables veces. Palimpsesto de sí misma, uno puede pararse en casi cualquier parte y ver, simultáneamente, presente y pasado, algo parecido a lo que sucede en la Roma moderna que vive encima de la antigua, la cual es de repente visible gracias a las excavaciones que nos la revelan y conservan.

En París la simultaneidad es al mismo tiempo más sencilla y más compleja, pues como ciudad tan bien conservada, mezcla sin esfuerzo el espíritu y las construcciones de épocas muy diversas, y se fusionan sin violencia. Lo medieval, lo gótico, sirve de base para lo renacentista y lo barroco e incluso lo clásico del Siglo de las Luces, que más adelante cedió un lugar importante a la gran reinvención de la ciudad por Georges-Eugène Haussmann entre 1853 y 1870, a quien debemos el aire que entendemos por parisino. Esto, a su vez, abrió la puerta al art nouveau y el decó, los cuales conviven —no sin producir cierta angustia— con arquitecturas modernas y posmodernas, sobre todo en los barrios más alejados del centro histórico, tal vez con la excepción del Centro Pompidou —en pleno centro, el cual sigue siendo motivo de discusión, algo que en sí es positivo.

Lo que más me gusta —lo que más me impresiona— de París, no son sus museos (no he entrado en ninguno, nunca; tal vez en esta ocasión se me haga) sino su gente y cómo convive en y con sus espacios. Me impacta la simbiosis que existe entre ser humano y lugar, sea en los parques, las aceras o las pasarelas. Uno recibe la impresión de que las personas están a gusto, que se entienden con su espacio. No es así en todas las ciudades. En Nueva York, por ejemplo, lo más importante es llegar de un lugar a otro; en la Ciudad de México, parecería que lo fundamental es salir —muchas veces huyendo— de donde uno está porque ya no lo aguanta. Por eso, nosotros, al crear nuestros espacios propios, privados —en nuestras casas y a veces en nuestras colonias—, no queremos salir. Pero los parisinos han hecho de su ciudad, su casa. Y eso es admirable.

En las fotos que he subido en esta ocasión, cada una de ellas tomada sobre el Sena o a unos cuantos metros del río, he tratado de captar esta sensación de pertenencia, de simbiosis entre el ambiente y los seres humanos que lo habitan, al mismo tiempo en que lo gozan. La excepción tal vez sean los músicos en la Place de Vosges, que está a unos 300 metros de distancia, en el barrio de Marais.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

tio mentiroso: "en la Ciudad de México, parecería que lo fundamental es salir —muchas veces huyendo— de donde uno está porque ya no lo aguanta", eso te pasará a ti, pero a mi no, ´para mi es de las más hermosas ciudades del mundo. Asi que quedate allá por favor.

asqueroso que haya mexicanos como tu que hablan mal de su ciudad, y sin venir al caso, además. Por favor ¡QUEDATE ALLÁ!, mexicanos como tu dan verguenza ajena.

Yoatecutli dijo...

Oui, oui, mon Sanx:

Espero que te estés pasando bomba tu estancia en París. No te vuelvas a orinar en en Sena y no les confies mucho a las gordas del Moulin rouge (para que no te saquen la cartera como la última vez)

¡Qué lástima que en el Internet haya estúpidos como el que te dejó el mensaje anterior! Si el muchacho supiera leer, podría haber visto que la tuya no era crítica, sino simple y llanamente, descripción. Lo cierto es que, aunque no naciste en suelo chilaquil, eres más y mejor mexicano que muchos que conozco. En fin, Sanx, vete acostumbrando: cuando uno anda en la bloggosfera seguido se encuentra a este tipo de subnormales.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Tocayo, una aventura mas en Paris. Espero la estes pasando muy comodo. Me gustaria una foto de un frances. No tanta chica, se que te gusta pero tama alguna para deleite de tus seguidoras ok.

Estoy de acuerdo con el lobo, no le hagas caso a ese sucio comentario, el mugroso no sabe quien realmente eres y tampoco ha de saber de otras ciudades.

Con un abrazo y un beso,

Sandra