En un libro heterodoxo, Muertes ejemplares, José de la Colina evoca la escena de una película de Buster Keaton donde el actor va caminando, al amanecer, por el pasillo de un barco trasatlántico desierto: “[…] el buque se ladea y todas las puertas de los camarotes, situadas en hilera a la espalda del personaje, se abren y cierran al mismo tiempo, con un ruido que la película silenciosa deja a nuestra imaginación, y entonces Buster se queda inmóvil, pasmado, y luego parpadea tres lentas veces”. De la Colina continúa su narración al hilar esto con un portazo que él mismo escucha en un hotel madrileño. Despierta y mira el papel tapiz de la habitación, pero en lugar de que aparezcan flores impresas, repetidas al infinito, ve un fusilamiento donde una de las víctimas se baja el pantalón y le enseña las nalgas a la muerte. La imagen proviene de un dibujo de Pablo Picasso.
Ésta es la simultaneidad y el capricho de las asociaciones de ideas y sensaciones de toda índole, tanto en la vida como en el arte. El sueño tiene mucho que ver. Mil veces he intentado explicar esto, sin éxito. Me ocurre dormido, cuando escribo, cuando leo, cuando toco el piano… Como le sucedió a José de la Colina, también me asaltan asociaciones aparentemente caprichosas, difíciles de explicar aunque totalmente comprensibles dentro de su contexto onírico. Los sueños, por absurdos que nos parezcan cuando despertamos, poseen una lógica innegable desde dentro del sueño. Y la obra de arte es un sueño, el del ser humano que la creó. Además, el sueño es capaz de generar otros, como sucede en esta narración de Muertes ejemplares.
¿Cómo explicar, por ejemplo, que al aprender una serie de compases de “Clair de Lune” de Debussy, sintiera yo la presencia de la religión católica, y en la siguiente sección, de la judía, pero que se complementaban? ¿Por qué unos compases me evocan la espalda y el cuello de cierta mujer, mientras que otros me parecen la encarnación de una unidad habitacional en zona popular? En el momento de estar dentro de estos compases, aprendiéndolos, las asociaciones son fuertes y claras, hasta contundentes. Después parecen absurdas, tal como se leen aquí.
Sin embargo, esto no niega la realidad onírica, su capacidad evocadora, su calidad de simiente. Tal vez la diferencia entre el artista y los demás radique en que éstos desechan las asociaciones por absurdas. Pero para aquel, son las metáforas en que descansa toda la creación humana.
1 comentario:
Hola, un gusto encontrarme con tu blog... nos veremos por aquí, si me falla la memoria, vedré por mera asocación, je.
saludos desde Hermosillo
nacho mondaca
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