
Debo confesar que me gusta estudiar idiomas y las sutilezas de lenguaje. No sólo eso: me encanta la puntuación. Sé que formo parte de una inmensa minoría pero me sentí reivindicado hace unos días al leer un artículo en el New York Times, el cual se titulaba “Celebrating the Semicolon In a Most Unlikely Location” (“Celebrando el punto y coma [;] en el lugar menos sospechado”. He subido el artículo a mi blog paralelo, donde se puede consultar fácilmente, haciendo clic en el título del artículo en inglés).
El texto del New York Times cuenta cómo Neil Neches —empleado en el área de Mercadotecnia y Servicios de Información dentro del equivalente de nuestro Sistema de Transporte Colectivo en Nueva York— utilizó el punto y coma en un anuncio de interés público. Invitaba a los usuarios del metro a que después de terminar de leer sus periódicos (parece que todo el mundo en el subway neoyorquino lee el periódico), los pongan en el bote de la basura y que no los dejen tirados. Deduzco que el texto original, traducido al castellano, habrá sido: “¡No deje su periódico en el tren! Deposítelo en la basura; ésa es una buena noticia para todos”.
El articulista reflexiona en que el punto y coma ha desaparecido casi totalmente, y no sólo de letreros y anuncios urbanos sino también de la literatura y el periodismo. Para muchos —escribe— este signo es una antigualla, un anacronismo, algo innecesario, pretencioso. Y es verdad que muchísimas personas, aquí y en Nueva York, no tienen la menor idea ni de cómo ni por qué emplear el punto y coma [;].
El mito que se enseña en nuestras escuelas reza: “El punto y coma es el punto medio entre el punto y la coma”. Esta sentencia suena contundente pero es absolutamente falsa, una mentira perniciosa que ha dañado a generaciones de alumnos mexicanos (y tal vez de otros países). No la cito de un libro específico sino de mis propios alumnos que, año tras año, me la dicen así textualmente cuando les pregunto para qué sirve —según ellos— el punto y coma. Este mito se encuentra en casi el mismo nivel que otro aún más nocivo, el cual tendré que desmitificar en otro momento: “La coma [,] es una pausa”. Volvamos, por ahora, al punto y coma…
En primer lugar, si usted no desea usar el punto y coma, está en su derecho. Si emplea un simple punto [.] entre dos oraciones independientes, no fallará. Por ejemplo:
A mí me gustan los tacos. Los como desde que tengo memoria.
El punto entre las dos oraciones independientes es correcto, correctísimo. No plantea problema alguno. Pero si usted, como redactor, desea señalar a sus lectores que existe una relación ideológica más estrecha entre estas dos oraciones independientes que entre las demás que están en el párrafo que está escribiendo, puede poner entre ellas el punto y coma [;] para hacerlo patente:
A mí me gustan los tacos; los como desde que tengo memoria.
Para eso sirve el punto y coma: para señalar que, entre dos oraciones gramaticalmente independientes, existe una relación más estrecha que lo normal, pues todas las oraciones dentro de un párrafo dado se relacionan entre sí, como usted mismo puede constatar en éste o cualquier otro texto. Se usa, y se debe usar, mucho menos que el punto. Si abusáramos del punto y coma, perdería su eficacia. Cuando lo usamos, yuxtaponemos dos oraciones independientes. Otra manera de unirlas sería poner una coma [,] seguida de la letra “y” [, y]:
A mí me gustan los tacos, y los como desde que tengo memoria.
Así, vemos que hay por lo menos tres maneras de expresar el mismo pensamiento. El punto [.] ofrece la mayor separación. Usar coma seguida de “y” establece que no se trata de oraciones seriadas pero que sí se relacionan estrechamente en cuanto a su contenido ideológico. Emplear punto y coma nos da mayor separación ideológica que la secuencia “[, y]”, pero no tanta como el punto [.]. Es importante señalar, sin embargo, que en los tres casos se da la necesaria separación gramatical entre estas dos oraciones. Si sólo pusiéramos una coma entre ellas, como suele ocurrir, estaríamos cometiendo un verdadero pecado de la redacción, el encabalgamiento, el coco de los redactores inexpertos.
Defino el encabalgamiento así: “La unión, mediante una coma, de dos oraciones independientes que entre sí no poseen ninguna relación gramatical”. Esta relación gramatical podría darse mediante la coordinación o la subordinación. Pero si las oraciones son gramaticalmente independientes —como en “A mí me gustan los tacos” y “Los como desde que tengo memoria”—, no podemos usar una simple coma para separarlas. El punto y coma resolvería la situación, igual que el punto, o la coma seguida de “y”.
Como expliqué hace unos párrafos, a usted no le va a pasar nada si no usa el punto y coma en sus escritos. Pero es una herramienta valiosa cuando deseamos matizar lo que escribimos. No es ni anacronismo ni antigualla ni pretencioso. Celebro el que el New York Times haya dedicado dos columnas de su periódico del 18 de febrero de 2008 a este asunto más que humilde pero, para mí, tan importante.