miércoles, 2 de abril de 2008

De libros y películas

Rodrigo Plá, director de La Zona, su segundo largometraje
Fotografía
©Philippe Baledent



Esta película, la cual vale mucho la pena, tuvo la suerte de ser distribuida comercialmente. Si no hubiera sucedido así, sólo unas cuantas personas la habrían visto.



Para los escritores mexicanos no consagrados, es cada vez más difícil publicar un libro, aunque sea bueno. Casi todas las editoriales económicamente fuertes están en manos de empresas trasnacionales que tienen intereses muy estrechos, no siempre vinculados con valores literarios. Más bien utilizan el valor literario como moneda de cambio, como atractivo. No importa mucho, a fin de cuentas, si este supuesto valor literario es un engaño, como ocurre cuando un “gran escritor” entrega un libro mediocre. Las independientes, que sí buscan publicar obras de valor aunque sus autores no sean, en sí, mercancía, se las ven negras para sobrevivir porque hay muy pocos puntos de venta —entiéndase librerías—, y los que hay están dominados por las editoriales fuertes. Con tantas dificultades para vender, resulta en extremo complicado seguir publicando.

Pero esto no sólo sucede en México y no únicamente en la industria editorial. Es la misma historia para los cineastas neófitos. para éstos, el equivalente de escribir un libro sería rodar una película, aunque sea con un presupuesto raquítico. ¿Pero qué hacen con esa película una vez filmada? ¿Cómo lograr que una distribuidora se interese en ella? Los novatos ponen su esperanza en los festivales de cine, como Sundance, y 50 más. En 2004, por ejemplo (el año para el cual hallé estadísticas) se recibieron 2 mil 613 películas, pero sólo fueron seleccionadas 120 para ser exhibidas durante el festival: el cinco por ciento.

De estos 120 filmes, uno podría esperar que 10 reciban ofertas de distribución. Estamos hablando del ocho por ciento del cinco por ciento. En otras palabras, las probabilidades de exhibir comercialmente una película en Estados Unidos —siendo director no consagrado— es de aproximadamente 0.4 por ciento (cuatro décimas de un solo punto porcentual).

Y si uno piensa que sería más fácil entrar en el mundo del cine con un buen guion, las probabilidades son igualmente desoladoras porque hace falta contar con un agente —cosa nada fácil—, y aunque se tenga, casi nadie busca guiones de autores no consagrados. Y los estudios distribuyen bien pocas películas basadas en guiones originales: ahora prefieren remakes, o películas basadas en tiras cómicas o video juegos.

Es un problema de estructura comercial. Pero en el caso del cine, por lo menos, se trata de un producto que fue pensado comercialmente desde el inicio. No es así con la literatura, cuya génesis —casi siempre— se halla en las obsesiones estéticas, éticas, morales, políticas, eróticas de los escritores, divorciadas del aspecto comercial. Pero a la literatura se le impone cada vez más el paradigma comercial del cine: temporadas cortas en unas cuantas librerías. ¿Qué significa esto para la literatura a largo plazo? ¿Qué ha significado esto para el cine?

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdísimo. Para los nuevos escritores es desalentador este panorama.
Qué propones?