lunes, 15 de diciembre de 2008

Esto que Bach escribió ayer

EN MÚSICA, NADA ES DEFINITIVO. He visto cuatro de las seis películas de la serie Inspired by Bach, el proyecto fílmico-musical sui géneris del chelista Yo-Yo Ma. En la cuarta de la serie —dirigida por Atom Egoyan y que lleva por título Sarabande—, uno de los personajes siente la necesidad de menospreciar a su amante. Ella acaba de obtener dos boletos para un recital de Ma —donde éste tocará las seis suites para chelo de Bach—, y lo invita. Él duda y le anuncia que acaba de escuchar la grabación de Pablo Casals, y que ha llegado a la conclusión de que la versión del catalán es definitiva.

Tras ver esta pequeña joya, y después de digerir las tres que la anteceden, estoy convencido de que es cierta la sentencia con que se inicia este artículo. La primera de la serie, The Music Garden, documenta la lucha de Yo-Yo Ma y Julie Moir Messervy por crear un jardín que fuera la expresión botánica de la primera de las seis suites… Nunca vemos el producto final. La segunda película, The Sound of the Carceri, es en extremo tenebrosa, pues la ejecución de la suite número dos está inspirada en los grabados de cárceles que realizara Giovanni Battista Piranesi en el siglo XVIII. El director François Girard coloca al chelista dentro de los grabados de Piranesi gracias a ambientes generados por computadora.

La tercera, Falling Down Stairs, documenta el proceso creativo de la coreografía que hiciera Mark Morris inspirada en la suite número tres. La danza de los ejecutantes es tan precisa, sincronizada y —al mismo tiempo— libre, que de repente uno piensa que está viendo la versión humana de una partitura en movimiento.

Pero la cuarta me dejó sin aliento porque está construida más como una fuga que como una película. El tiempo cronológico no existe. Los temas se plantean y se replantean una y otra vez en diferentes personajes con timbres y resonancias variadas, y en ritmos contrastantes y complementarios. Al final, todo se une pero no se resuelve; evoluciona y se convierte en otra cosa. Uno se queda con el ojo cuadrado. Y no sólo el ojo: también el oído, el cerebro y el corazón.

Esta música fue compuesta a principios del siglo XVIII, pero no parece. Podría haber sido compuesta ayer y parecería vanguardista. No la escuchamos como los contemporáneos de Bach. Y dentro de otros 300 años, no la escucharán como nosotros. Será la misma, pero en música nada es definitivo. Sobre todo si es auténtica, si ha brotado de la entraña más pura del misterio de lo que significa ser humano.

1 comentario:

Ferdinand dijo...

¿En música nada es definitivo? Tal vez, ¿pero en qué sentido?

Para casi todos los compositores Bach ha sido la cota superior de la música, el no-hay-más de la creación musical como lenguaje, como creación autoconsistente y universal.

Ahora, en cuanto a una interpretación, como en el caso de Casals, tal vez el que le debamos la obra (se dice que él descubrió la partitura por casualidad) haga que no podamos deshacernos de su versión y entonces ésta sea la definitiva.

Para mí sí que lo es. He escuchado muchas, en vivo, grabadas, unas más arriesgadas y propositivas que otras, pero siempre he vuelto a Casals.

Hace un tiempo leí algo que Casals dijo durante un festival, ni me acuerdo dónde, pero es esto:

«...Para descubrir la naturaleza humana hasta que sus atributos divinos sean revelados, para insuflar las actividades ordinarias con fervor espiritual, para dar alas de eternidad a lo más efímero; para hacer humano lo divino y divino lo humano; tal es Bach, el más grande y puro momento de la música de todos los tiempos...»

saludos,

FR