sábado, 28 de junio de 2008

El X y el Y del sexo: el mundo será de las mujeres

Chimpancé bonobo, cortesía de Wikipedia

La igualdad —o desigualdad— de los sexos siempre ha sido debatible. Aunque no es políticamente correcto aseverarlo, por instinto sabemos que hombres y mujeres no somos iguales aun más allá de las diferencias obvias. Hace poco más de tres años la revista Nature (17 de marzo, 2005) publicó una serie de artículos que analizan la evolución, estructura y función del cromosoma X, y su pareja exclusivamente masculina, el Y. Todo esto aún me llama la atención. Dado que las mujeres tienen dos cromosomas X, y los hombres, sólo uno, este análisis está produciendo un tesoro de descubrimientos que, poco a poco, podrán resolver algunas de los misterios que nos distinguen.

La genética es endemoniadamente complicada. No pretendo comprender más que las líneas generales de las investigaciones actuales, pero algo me queda claro, y en ese algo puede estar la raíz de las diferencias entre el comportamiento, las aptitudes y los desempeños de los sexos, los cuales afectan de manera contundente nuestra manera de vivir y convivir, de aprehender y comprender la realidad.

Para empezar, hace muchos millones de años, los cromosomas X e Y en los mamíferos no eran tan diferentes. Sin embargo, el Y empezó a degradarse por una serie de circunstancias evolutivas, sobre todo a partir de nuestra existencia como homo sapiens. Sigue funcionando para definir que un bebé será varón, en lugar de hembra —que parece ser el estado natural—, pero antes tenía muchísimas funciones más que ya no existen. El Y es sólo una sombra del X. Además, en el cromosoma X hay una preponderancia de genes que afectan cómo funciona el cerebro. Según un análisis, sabemos de 221 defectos genéticos que pueden causar disfunción mental, de los cuales el 10 por ciento residen en el cromosoma X, a pesar de que porta sólo el 4 por ciento de la totalidad de los genes humanos.


Cuando algo falla en el X de una mujer, ésta tiene otro X que —en ocasiones, no siempre— puede prestar la información genética necesaria para remediar la situación. Los hombres no tienen esa ventaja. También hay ventajas para ambos sexos: mutaciones en el cromosoma X de los hombres, favorables para la especie, son pasados rápidamente —y de manera automática, ya que sólo tienen uno— a toda la población.


Lo que más me inquieta es aquel pequeño detalle: que el estado natural del ser humano parece ser femenino. Desde que lo leí por vez primera, hasta la fecha, he tratado de imaginar cómo sería la vida entre puras mujeres, imaginarme mujer
—puesentre puras mujeres. Vislumbro un nivel de cooperación mucho más elevado que en nuestro mundo de dominio masculino. También me imagino mujeres alfa que dominan a las demás, mujeres con sus propios harenes femeninos, donde otras mujeres beta conspiran para derrocar a las alfa, tal vez seduciendo a los miembros menos atendidos de los harenes de las poderosas. Pienso que mientras haya respeto por las alfa, habrá armonía, pero las hormonas son fuertes. La armonía no durará mucho…

¿O una existencia puramente femenina conduciría a una estructura social mucho más laxa, como la que existe entre los chimpancés bonobos, donde no hay celos y la sexualidad es absolutamente libre, tanto entre adultos como entre adultos y menores de edad de ambos sexos, entre varones y hembras, entre hembras y hembras, y entre varones y varones? Para decirlo de otro modo, entre los bonobos las relaciones homosexuales parecen ser tan naturales como las heterosexuales, aunque sólo éstas producen vástagos. Para ellos la reproducción es sólo un aspecto de la sexualidad. El sexo, para estas criaturas, sirve para cimentar las ligas sociales, para reducir el estrés, para neutralizar conflictos, para reforzar lazos de amistad. En un mundo puramente femenino, ¿las mujeres reproducirían las estructuras de poder masculinas —las que vemos en los otros chimpancés, los más comunes que observamos en los zoológicos y que son objetos de nuestros experimentos de laboratorio—, o propiciarían estructuras mucho más flexibles, liberales, como las de los bonobos?


Desde luego, si el cromosoma Y desapareciera por completo —como aseguran algunos que habrá de suceder, tarde o temprano— las mujeres, la nueva humanidad, se reproducirían asexualmente, o habrían asimilado el elemento masculino necesario para realizar una autofecundación sexual. No puedo desprenderme de la idea de que la humanidad estaría mucho mejor sin la inseguridad que nos vuelve —entre nosotros mismos— agresivos, defensivos, agresivo-defensivos, celosos, violentos. Bastante fuerza e inteligencia hacen falta para afrontar los problemas del ambiente y de otras especies. ¿Por qué desperdiciar nuestros talentos combatiendo contra nosotros mismos, o nosotras mismas?


Sería una lástima que una humanidad puramente femenina reprodujera las actitudes y respuestas reflejas más primitivas de los hombres, quienes —por cierto—también poseen rasgos positivos: fuerza de espíritu, nobleza, capacidad de sacrificio, creatividad y talento innovador, deseos de proteger a los más débiles. Todas estas cualidades, dicho sea de paso, suelen ser consideradas netamente o naturalmente femeninas. ¿Será que, en el fondo, somos en realidad un solo ser —mujer-hombre— en vías de volver a su origen puramente femenino, menos conflictivo? Para que Homo sapiens sapiens sobreviva, ¿será necesario que se vuelva muchísimo más refinado, menos conflictivo; un ser que sabe cooperar antes que conquistar, comprender antes que matar; un animal cuya empatía sea más poderosa que su inseguridad, cuyo deseo de socializar sea más potente que el de oprimir aquello que representa una amenaza?


Como no veré ese futuro, hago lo posible por imaginarlo y permitir que esa semilla femenina en mí mismo pueda respirar libremente. En pocas palabras, sería bueno que no viéramos amenazas donde no las hay, y —como las mujeres— tratáramos de hallar la manera de que este planeta nos cobije y dé sustento a todos (es decir, a todas), y de manera más equitativa. Sin celos, racismo, sexismo y la angustia existencial que provoca nuestro mundo de bipolaridad sexual, masculino-femenino, creo que de veras sería posible.

6 comentarios:

José Carlos Guerra Aguilera dijo...

Sandro:

La entrada de tu blog esta mañana me sabe como un espresso doble cortado. Me encanta leerte naturalista. Me habría gustado conocerte como profesor de biología.

El pequeño “detalle” que iluminas: “que el estado natural del ser humano parece ser femenino” deja de lado la concepción de el presunto sexo “de segunda” al que apuntan las Sagradas Escrituras refiriéndose a la mujer como salida de una costilla del varón.

Dos puntos que me parecen importantes. Uno: Las estructuras de obtención del poder y uso del mismo no están etiquetadas a un sexo. Y efectivamente como lo practican los chimpancés Bonobos: “Para ellos la reproducción es sólo un aspecto de la sexualidad” y esto nos aplica a mujeres y hombres.

Por otro lado hay un libro que habla sobre los efectos tóxicos de ese cromosoma Y masculino. Se llama —justamente— “Masculinidad Tóxica” de Sergio Sinay. Muy recomendable desde esta visión de permitir florecer la semilla “femenina” en nosotros los hombres sin descuidar los atributos “masculinos” que describiste: fuerza de espíritu, nobleza, capacidad de sacrificio, creatividad y talento innovador.

Anónimo dijo...

Profesor:
Recién leí un artículo suyo en la revista "Quo", y me llenó de alegría saber nuevamente de usted.
Fui su alumna en la Uam (2002, para ser exactos. Recuerdo mucho su aportación a mi formación y lo agradezco infinitamente.
Quizá aun puedo tener dudas y/o errores de escritura, pero es bueno contar con un libro como el recomendado por usted.

Espero siga alimentando nuestras mentes con sus artículos.
Me despido dejándole saludos.
Carmen

Anónimo dijo...

Debo confesar que yo tambien me llevé una agradable sorpresa al ver el artículo de QUO. Yo lo conozco gracias a Mónica Escuer y Mayán Santibañez y me gusta como escribe.

P dijo...

Estamos jugando al ajedrez.

Yo muevo tus piezas y vos movés las mías.

Entonces, ¿por qué son "tuyas" tus piezas y "mías" las mías?

Estamos viviendo.

Yoatecutli dijo...

¡Sanx!

Fabuloso tu artículo. Ya extrañaba el leerte.

¿Porqué ya no publicas en el blog? ¿Muchas ocupaciones? Espero que sean de las placenteras.

Con respecto a el planteamiento que haces acerca de la hipotética sociedad femenina tengo algunas consideraciones: en la administración pública, es bien conocido el fenomeno de que las mujeres son excelentes para trabajar con otras mujeres que se encuentren a su mismo nivel, pero que la mayoría es incapaz de recibir órdenes de una superior. Es decir, que de mujer a mujer funcionan las relaciones de trabajo horizontales, mas no verticales.
No me veas así (Puedo ver ya tus pupilas convirtiendose en puntas de estilete). Así me lo han dicho varias conocidas que manejan cursos de administración pública.

En fin, que se te extraña.

Abrazo
Lobo

Anónimo dijo...

Primera vez por aqui y me ha E N G A N C H A D O... amenazo con volver... saludos